sábado, 20 de agosto de 2011

Digresiones sobre Beginners




Seré breve porque en estos tiempos de Twitter postear en un blog es una locura. Cada vez que salgo de ver una película pienso en soltar lo que se me ocurre por escrito; y siempre me pasa que lo que pienso, convertido a tweets, es demasiado y convertido a blog es demasiado poco. Así que le he dado al botón "escritura automática" y veremos qué sale.

Terminamos viendo Beginners con Gabriela por accidente. Frente a una cartelera de verano en Madrid bastante desangelada, queríamos ver Rise of the Planet of the Apes, pero me equivoqué con el horario y llegamos media hora tarde. Podíamos esperar en Manoteras algo más de una hora y ver El hombre de al lado en ese mismo cine. Pero Gabriela no puede quedarse quieta y prefirió esperar algo más de una hora pero no en el mismo sitio y ver otra película en otro lado, así que, luego de revisar la cartelera, pusimos proa a Cuatro Caminos, donde daban Beginners.

Beginners es el tipo de películas a las que descarto por el afiche. Pero me había sorprendido ver en Metacritic que la crítica le había dado 82 puntos, incluyendo los críticos que sigo con atención (Andrew O'hehir de Salon y el infinito Roger Ebert, básicamente, no porque necesariamente comparta sus gustos sino porque tengo medidas las distancias entre sus gustos y los míos.

Bien, digresiones:

Es una comedia dramática indie de manual, sobre otra familia disfuncional estadounidense contemporánea, narrada desde el punto de vista del hijo posadolescente tardío y disfuncional y sus dificultades para establecer relaciones que no sean disfuncionales.

Está dirigida por Mike Mills, un homónimo del bajista de R.E.M., artista gráfico y director de videoclips que, básicamente, ha contado en este film su propia historia y la de su familia. De él había visto ya Thumbsucker, y debo decir que respecto de esta, Beginners, sin ser una obra maestra, ni siquiera una gran película, es un salto de gigante.

Cumple todas las reglas del género: el protagonista padece actitud contemplativa cercana a la somnolencia, la fotografía es descuidada y la selección de canciones no, el ratio de pantalla es 4:3, no hay efectos especiales ni decorados caros, el sexo está presente pero casi solo en las palabras y el elenco está encabezado por artistas "de prestigio" (Christopher Plummer, Ewan McGregor y Mélanie Laurent), aunque esto último ya va dejando de ser una seña particular, desde que los productores de cómics se han dado cuenta de lo fácil que es incorporar ese recurso.

Lo mejor de Beginners es lo que no viene en la receta indie: el montaje. La historia avanza simultáneamente en tres planos temporales (la infancia, el pasado inmediato y el presente del protagonista), cada uno de ellos ligeramente desordenado. Una fórmula parecida a la del Tarantino de Pulp Fiction, pero sin fuegos artificio. Es un montaje silencioso, en el cual las líneas de tiempo se integran con delicadeza y producen en el espectador la impresión de que todos los eventos ocurren y se explican entre sí simultáneamente.

Lo segundo mejor en Beginners es la música. En lugar de hacer la selección de folk de dormitorio típica contemporáneo del género, el film se apoya en el protojazz de Jelly Roll Morton, que desde la banda sonora aporta emoción y ayuda a balancear la impotencia contemplativa del personaje principal.

El guión tiene varios temas bien ensamblados: la herencia judía, el activismo gay, la condena de ser hijo único, la evolución del negocio de las artes plásticas (desde las exposiciones que organizaba el padre en los años 70 hasta el malvivir del hijo como adocenado artista gráfico, los enfermos terminales, la práctica del graffiti y la comunicación telepática entre mascotas y sus dueños.

En resumen, Mills usa varios recursos técnicos (la edición, el sonido, el guión) para evitar el mayor problema del subgénero: que la chatura anímica de los personajes se contagie a la obra.
Por útimo, actuaciones: Plummer aprovecha su oportunidad. Laurent practica la misma mezcla irritante de hippie fatal que hizo Marion Cotillard en Les Petits Mouchoirs, pero bueno, es lo que le toca hacer. Es gracioso ver cómo se abraza en Estados Unidos el estereotipo de la francesita histérica. Ewan McGregor, probablemente el actor anglohablante más empático del cine actual, blinda todo con su aura de chico bueno que se sobrepone a las desgracias con más fortuna que mérito.

Bueno, no fue tan breve.